Descolonizando el Éxito: Modelos Alternativos de Superación en Contextos Reales
- KELLY JOHANA HERNÁNDEZ TORRES
- 28 may
- 3 Min. de lectura

Por: Kelly Johanna Hernández Torres Licenciada en Educación Especial Magíster en Educación Inclusiva e Intercultural Activista Digital en Procesos de Inclusión y Emprendimiento Fundadora de la Corporación Alianza Diversa
El año inició para mí con nuevos anhelos y al mismo tiempo muchos miedos. Sentía que había llegado el momento de cerrar ciclos que durante los últimos meses, más que satisfacción, me generaban desmotivación, cansancio y preguntas existenciales. Sabía que el momento de renovarme había llegado, pero el miedo me paralizaba el pensamiento y, con el, la capacidad de tomar decisiones.
Todo esto generaba un caos dentro de mi mente; sabía que al otro lado de la decisión estaba dejando atrás amigos, una estabilidad laboral que me costó forjar, comodidades, contactos, reconocimiento y metas sin cumplir. Sin embargo, cada despertar estaba lejos de la satisfacción personal que durante años fue estable, disfrutable y reconfortante.
La dualidad emocional persistía en cada una de mis fibras y reflexiones cotidianas, sabía que soltar todo e incluso lo bueno de mi largo camino en la ciudad, era una página que quería pasar. Entre dudas, miedos y expectativas, el momento de tomar la decisión llegó y es así como decido regresar a mi terruño, a la tierra que me vio crecer, a las memorias culturales que durante años han forjado mi identidad.
Sabía que adaptarme sería uno de mis mayores retos, porque dentro de mí había una constante lucha interna de emociones, que batallaban entre ellas y sin previo aviso, terminaban reconciliadas. De todo esto puedo decir que ha sido un camino de amores y odios al interior de mi ser desde que decidí dejar la ciudad y vivir en Arboletes, hay historias y reflexiones que quizás más adelante me tome el tiempo de contar, porque entre las muchas cosas que quiero decir, hay un tema en el que quiero profundizar.
Decidir regresar a mis raíces no fue solo un cambio de escenario, sino la oportunidad de redescubrir qué significa realmente tener éxito. Lejos de los parámetros preestablecidos, donde la estabilidad laboral, los reconocimientos y las comodidades fiables parecían la única ruta, ahora veo el triunfo en cada aprendizaje que brota de la incertidumbre y en cada desafío que se convierte en motor para reinventarme. Esta transformación me ha permitido cuestionar esos esquemas que durante tanto tiempo definieron el éxito como algo homogéneo y a la vez inalcanzable para muchos, abriendo paso a una visión más rica y plural.
Hoy, al reconectar con mi identidad y con la tierra que me vio crecer, comprendo que descolonizar el éxito es liberarme de las expectativas impuestas y abrazar cada paso, cada error y cada acierto como parte indispensable de mi camino.
El éxito ya no se mide en títulos, acumulación de logros o estabilidad superficial, sino en la autenticidad y en la capacidad de convertir cada experiencia en una lección que me fortalezca. Es la valentía de dejar atrás lo conocido para explorar un horizonte donde el valor de ser uno mismo y de apuntar a un impacto genuino en la comunidad es lo que realmente cuenta.
Al mirar mis días en Arboletes, veo cómo cada obstáculo se transforma en una ventana para reencontrarme con mi pasión, mis raíces y un nuevo sentido de propósito. La nostalgia se entrelaza con el entusiasmo de lo desconocido, creando un espacio donde la resiliencia y la creatividad se funden para dar forma a un futuro que se escribe de manera personal y profunda.
En este viaje, cada decisión, aunque cargada de miedos iniciales, se convierte en un acto de liberación que invita a otros a buscar su propio camino. Este relato es, en esencia, un llamado a cuestionar las narrativas convencionales que han definido el éxito de manera limitada. Es un recordatorio de que la verdadera grandeza no reside en seguir un manual preestablecido, sino en reinventarlo desde la fuerza de nuestra identidad, experiencias y sueños.
Dejar la ciudad y volver a mis orígenes me ha permitido descolonizar el concepto de éxito, transformándolo en una experiencia íntima y evolutiva, en la cual cada paso cuenta y donde, a pesar de los miedos y las dudas, el camino elegido refleja la autenticidad y el coraje de ser quien verdaderamente soy.
Elegir caminos nunca es fácil, sobre todo cuando tus opciones se limitan a las oportunidades que te ofrece el contexto, a tu edad, a tus conocimientos, a tu incidencia política, a tu economía, a la afinidad que tienes con ciertas personas, a los favores por cobrar, a las críticas y las expectativas de otros sobre ti. Todo esto hace que elegir sin miedos sea cada vez menos realista.
En este nuevo camino y viaje que transito, he encontrado copilotos que vienen metafóricamente descalzos y por carretera destapada. Lo digo así, porque sus historias reflejan el rostro de la desigualdad, la pobreza, la dificultad y la lucha de sobrevivir en un contexto donde las oportunidades no alcanzan para todos. Estos copilotos son jóvenes del municipio, que me han contado sus historias donde el panorama común se resume en palabras clave como: falta de oportunidades, carencias económicas, malas decisiones.
Estas vivencias me han mostrado que cada historia, con sus cicatrices y sus logros a medias, es un testigo de realidades muchas veces ignoradas. Escuchar la crudeza de sus relatos me ha enseñado que la lucha no es individual, sino compartida, y que en la solidaridad se esconde la fuerza para desafiar las limitaciones impuestas por las circunstancias. Con cada conversación, en cada mirada cómplice, comprendí que el éxito se redefine en la capacidad de persistir a pesar de las adversidades, y de transformar cada obstáculo en una posibilidad para crecer.
En este viaje, aunque el miedo y la incertidumbre aún susurren dudas al ir tomando decisiones, la unión y conexión con estos jóvenes me invita a ver más allá de un futuro marcado por lo que se pierde. Juntos, caminamos por una ruta que, aunque desigual, rebosa de potencial y autenticidad.
Cada paso, por pequeño que sea, se carga de significado, de la valentía de atreverse a soñar y de la convicción de que el éxito no es un destino fijo, sino un camino en constante construcción, libre de etiquetas y prejuicios.
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