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Foto del escritorGabriel Raúl Manrique Berrio

Fiestas novembrinas en Arboletes...así eran

Arboletes... fiestas, disfraces, capuchones, bailes populares y maizena, eran nuestras fiestas tradicionales las del 11 de noviembre en la celebración de la independencia de la provincia de Cartagena (no solo de la ciudad heroica), históricamente hablando, se extendía desde la desembocadura del rio la magdalena hasta el golfo del Darién, incluida por supuesto la región de Urabá en límites con panamá.


Los primeros pobladores de nuestro querido y amado pueblo de Arboletes llegaron hacia el año 1920, venidos de las poblaciones costeras de Barú, Isla Fuerte, Bocachica, San Onofre, San Antero y Tolú Viejo, entre ellos sus fundadores llegados de Barú, José Torres Vargas (padre de la Profe Ubardina, Fela, José y la Yeye), José María Reales y José María Reyes (padre de Abel, Ida y Oto), llegaron en busca de buena pesca, tierras para cosechar, caza de animales silvestres o de monte, de una madera muy especial llamada tagua, muy fuerte para la construcción de casas, grandes canoas o chalupas y botes menores; por supuesto que trajeron sus propias costumbres culturales y folclóricas como el bullerengue, el porro, el fandango y con ello la celebración de la Independencia de Cartagena, esa celebración fue tradicional durante varias décadas en Arboletes, se iniciaban las fiestas novembrinas con la LECTURA DEL BANDO en la plaza principal en donde hoy queda el parque, salía el Crispi Guzman con un tamborcito llamado “EL REDOBLANTE” (de la Banda de Música) con tremenda bullaranga,se hacía en el atrio de la Iglesia el día 8 o 9 de noviembre inicio de las festividades, quién leía el Decreto Municipal era generalmente Ricaurte Salazar, con una camisa Blanca almidonada y planchada, un pantalón negro de popelina y unos zapatos igualmente negros o blancos de charol, estilo Cartagenero, bebía los 4 días de la rumba con la misma ropa, siempre de gorrero. Los bailes famosos eran en la caseta de Próspero Martínez y el caserón de Manuel Banquet con los PICÓ “el Costeño” de Próspero y “el Gogo” de mi papá Gabriel Manrique, se cobraba la “ponina” para poder bailar (pagar) y se daba el “barato” cambio de pareja en una misma canción se podían dar hasta 3, 4 o más “baratos” si la pareja era bien bonita y sabia bailar muy bien, a las parejas para alagarlas los hombres las invitaban a comer galleta de limón o panocha con chicha de arroz o de maíz o Kola Román traída en las canoas que viajan a Cartagena con la que se hacía el comercio principalmente, las más famosas eran la Carolina, la Orfelina y el San Nicolás.


Las gentes se tiraban maizena a la cara y cabezas, se disfrazaban en esos días, los más famosos eran: “El Diablo del Mono Batista”, “la Niña Llorona” de Agustín Arenas, “los Puercos” embarrotados de barro del volcán, las “Comparsas” de mi tía Flora Manrique y “los capuchones” especies de trajes de mujer o batolas con una capucha que tapaba la cara, con unos huequitos en los ojos, la nariz y la boca.

ANÉCDOTA: Los pelaos más maldadosos y traviesos de la época, tales como: Jovi Garcés, Armando Poo, Libardo Arrieta, Libardito Bolivar, Jorgito Gutiérrez, Cristóbal y Alvear (q.e.p.d) Teherán, Adolfo Valdiri, Miguelito Blanco, Cristóbal Mena, Manuel Hernández, Rafael Vargas, Milson Pérez (q.e.p.d), Genaro Banquet, Juan “Burra” Bello, Jacinto “Jazajaza”, Gerardo González “Gerardoy” (q.e.p.d), Héctor Díaz, entre otros, se ponían los capuchones sin pantalones y sin calzoncillos, sacaban a las peladas a bailar, las apretaban vulgarmente, las pobres muchachas salían corriendo, varios terminaban “apaleados” por sus padres o acusados por “plebes” en la Inspección de Policía.


Era una época en que, en Arboletes era un pueblo muy pequeñito, todos nos conocíamos, éramos una sola familia, no había diferencias políticas, se era Liberal, que eran la absoluta mayoría o conservador que eran la minoría, pero no había ninguna clase de rencillas ni camorras entre la población, habían muy pocos carros, básicamente los que llegaban de Montería en el verano por carretera destapada el viaje podía demorar entre 6 y 7 horas, en invierno 2, 3, o 4 días los carros “jaulas” con las llantas encadenadas que traían las mercancías, no habían motos ¡Éramos pobres pero felices!


Cordialmente, Gabriel Manrique – Profesor y Abogado

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