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El Jaguar mayor



Por ahí andan diciendo que soy el jaguar mayor. ¿Qué saben de la enigmática naturaleza del jaguar? ¿Acaso han estado frente a alguno y se han sentido traspasados por su ardiente mirada de divinidad del fuego? El jaguar mayor es un espíritu de gran poder que salta de corazón en corazón de los guerreros valientes. A veces se deja ver en medio de la selva o en los ríos. Los ojos de quien lo ven nunca vuelven a mirar igual. Mi padre Jacinto vio uno de frente.


La historia me la contó al final de sus días, cuando ya estaba ciego, agudizando más los otros sentidos.


Fue una tarde noche en la selva de Urabá. Mi padre caminaba por entre el monte en busca de una vaca que se le había extraviado. En un cruce de caminos se encontraron jaguar y hombre. Mi padre se quitó el sombrero. Ambos se miraron fijamente a los ojos. Una araña que estaba cerca abandonó su telar de filigrana para presenciar el enigmático encuentro que duró lo que dura un breve saludo.

Luego hombre y jaguar se cedieron el paso serenamente. El jaguar, al pasar cerca a mi padre, lo olfateó de los pies a la cabeza. Menos mal ese día mi padre Jacinto no olía a ganado. Al rato, cuando el jaguar se había perdido entre la espesura, mi padre cayó en la cuenta del fuerte olor a vaca que le había sentido.


Cuando mi padre me narró esta historia yo era un niño, y ese jaguar se quedó viviendo en mi memoria, en la selva de símbolos de mi imaginación. Allí se hizo veterano, agudizó su sigilo, su sabiduría.

Nos comunicábamos a través de los sueños. El umbral que une su mundo y el mío aún permanece abierto.


Algunas de sus enseñanzas fueron a no dejarse atrapar por las miradas directas, ni por las palabras que te nombran, porque eres de naturaleza sagrada.



Ivan Graciano Morelo ruiz

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