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Exordio

El mundo trascendente está circuido por el misterio de Dios, por lo que la fe sólo puede ser entendida si se vive en actitud de quien es consciente de esta verdad, pues únicamente así se logra aceptar su luz que justo brota desde la Divina Tiniebla donde Él habita, según los conceptos de lo más granado que produjo el misticismo cristiano de los primeros siglos, con el Pseudo Dionisio Aeropajita, y del que es el exponente más connotado San Juan de la Cruz, maestro del Siglo de Oro de la Espiritualidad Española, con su obra cumbre, Subida Al Monte Carmelo, donde, siguiendo su misma poesía, Noche Oscura del Alma, va dejando trazadas las vías de la Unión con Dios, al entrar, con el Espíritu Santo de guía, en la Noche de los sentidos. Esto no es otra cosa que la renuncia consciente a utilizar los datos de los sentidos, con lo cual se adquiere, por pura gracia divina, la visión revelada por la luz del Espíritu Santo al alma, una vez que se ha desprendido de todo lo sensible. Todos los sentidos engañan, enseñó Santo Tomás de Aquino, menos el oído cuando es instruido por la Palabra de Dios.


Con este exordio, he querido inducir a quien me lea, en la revelación de la misteriosa jornada de la romería última donde “un celaje de nostalgia revestía toda la atmósfera de la peregrinación al Santuario de Santa María de La Antigua del Darién de Tanela el día, gris por lo demás, del 21 de agosto 2023, dentro del puente festivo de la Asunción de la Virgen”, texto que invitó a leer para estar a tono con éste, su interpretación.


No era la ausencia del obispo en sede vacante. Tampoco era el vacío existencial y sentimental de esa pléyade que ahora constela en la Órbita Dichosa de la Jerusalén Celeste. Ni ningún ingrediente esencial de otros encuentros allí en la Casa de Nuestra Madre Santa María de La Antigua del Darién, cuya imagen incluso me dejó ver un aspecto sombrío que me impidió seguirla contemplando en su altar.


Era el preludio de este luto en que está sumergida la familia diocesana Urabá Darién por la sorpresiva partida del padre Juan Carlos Morales Vidal este miércoles 23 de agosto 2023, a solamente un día de promedio, en la clínica LeónXIII de Medellín. Jovencito, tenía cara de niño. Sus manos estaban aún humectadas del Crisma de su ordenación sacerdotal, acaecida el 10 de diciembre 2020.


La Virgen lo sabía, pero no nos lo quiso decir entonces, para evitarnos lágrimas antes de tiempo. Era un presagio todo ese ambiente enrarecido. Dios ya lo tenía determinado pero no nos dejó sufrir con antelación.


Sin embargo, y siempre lo hace sigilándolas, envía señales claras aunque ambiguas que no percibimos, porque, dice el Papa Francisco: “La tragedia de nuestra vida es que a veces no vemos bien y, por lo tanto, elegimos mal. En realidad, sólo podemos gustar la felicidad del Evangelio «si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo» (Carta Apostólica Sublimitas et Miseria Hominis del Papa Francisco en el cuarto centenario del nacímiento de Blaise Pascal).


Le pedimos signos previos, pero no nos disponemos ni asumimos actitudes acordes y propias de quien espera una respuesta divina a sus requerimientos, del modo previsto por el Señor, y no en el que yo quiero. Son los enigmas bíblicos de los que sólo se libró Moisés porque con él hablaba Dios cara a cara (cf Num 12,6-8).


Leí por ahí que si pido ayuda al Altísimo, debo estar dispuesto a recibirla sabiendo que llegará, sin duda, pero no siempre en el sólito lenguaje de siempre. Los idiomas divinos no siempre son verbales, ni evidentes.


Yo sabía que iba a morir un sacerdote porque se me reveló una clave inequívoca pero en sueños. Por eso te pido a ti, que lees estas líneas, que ores al Señor para que Él me quite esta facultad que tantas veces me hace sufrir anticipadamente sin saber por quién.


El realismo mágico que describe Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledadores, y en toda su vasta obra, no es sólo fantasía de la literatura de nuestro nobel aracateño. No. Tantas veces compruebo que la la realidad supera la fantasía.

Ahora, en esta precuela, todo me es consecuente. El panorama era luctuoso porque se traslucían acontecimientos de una no evidente interpretación y debido a que se prestaría para diversas tergiversaciones, Dios guarda silencio, manda mensajes cifrados que nos alertan, preparando nuestro corazón en una especie de premier.


Así nos alecciona San Pablo en 1Cor 12,16-27:


“Si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría. Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular.”


Mientras peregrinamos hacia la Ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor es Dios (cf Heb 10,11), comprobaremos de seguido que no siempre las alegrías de allá son al mismo tiempo las de acá.


Busqué en Internet la palabra Rapsodia y su definición dice: “es una pieza musical característica del romanticismo compuesta por diferentes partes temáticas unidas libremente y sin relación alguna entre ellas.” Porque ese fue el nombre con que Freddie Mercury presentó su máxima contribución a la música en su género. Y, justamente, él dio un giro a este concepto. De hecho, los temas que aborda en esta joya roquera, donde une biblia y corán y a Goethe con su Fausto; tradiciones de la India con los antiquísimos mitos celtas, la astrología con la espiritualidad; a Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach, aparentemente son discordes y no parecería que tuviesen relaciones para un amalgamamiento. Pero, afirma Alejandro Toloza en su perfil de Facebook: “Nada en Bohemian Rhapsody es casual.”


Estas consideraciones sobre Bohemian Rhapsody me sirven para tratar de transmitir una idea: Toda nuestra vida de fe es una Rapsodia donde ejecutamos diferentes piezas musicales sin que se perciba conexión entre ellas. Pero después de las vivencias, si hacemos un viraje, al mejor estilo judío que vive los hechos y después los examina buscando la huela del paso de Dios, descubriremos asombrados que todo está urdido con la maestría de Dios mismo que es el artista

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