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¿Somos un estorbo pensante?


Sobre esta pregunta he indagado a varias personas y algunas de ellas se han mostrado de acuerdo que en algún momento de su vida se han sentido picados por esta endemia pensante que hacen de las personas algo menos que un chócoloro viejo (utensilio de cocina), o una basura.



Lo anterior no afecta solamente a las personas de los estratos bajos, no tiene preferencia, por uno u otro estilo de vida. Pero hay algunos casos donde se hace más notoria esta situación, por ejemplo si es una persona mayor de edad con limitaciones físicas, psicológica o de cualquier otra índole así cuente con los recursos económicos suficiente para su atención, está en la primera línea de molestia para los demás que por una u otra razón debe compartir espacio con ella.

No se si alguno de ustedes se ha detenido a pensar en aquellas personas que están postradas a una silla, o en la calle tirados en un andén, o aferrado en a una cama. Como si no existieran o como si no significaran nada para los que pasan a su lado y muchas veces ni nos tomamos el trabajo de mirarlas o dedicarles unos minutos para saber qué está pasando por su mente, de que está padeciendo y endulzar ese instante con nuestra compañía.


Si pensaramos un momento en el caso que nos ocupa y reflexionaramos, poniéndonos en el lugar del observado. ¿Cuál sería nuestra aptitud?. A caso vale la pena de retomar aquellos momentos de humanidad o simplemente de solidaridad con un ser vivo, que hasta los animales con comportamientos diferentes a los nuestros en esas situaciones nos han dado muchísimos ejemplos con su comportamientos. Roberto Carlos dijo que "debemos ser civilizados como los animales".


Según me cuentan los que saben de estos menesteres que lo último que la persona deja antes de morir es pensar. Entonces cómo será el sufrimiento de aquellos abandonados por sus familiares o amigos que sabiendo que tienen hijos, e hijas y los abandonan a su desgracia, saben que sus parientes están sufriendo en un hospital, clínica, ancianato, o en alguna casa y no se toman el trabajo de hacerles una visita antes que partan de esta vida para el más allá.


No faltan los que esperan que su congéneres se mueran para llegar a la casa después de dos o tres días de fallecimiento y por esperar aquel hijo que jamás se dió la molestia de visitarlo, o hacerle una llamada a sus viejos antes de la partida final, llegan con un escándalo en sus lloriqueos que provoca repugnancia por su falta de caridad.

Al final de estas reflexiones he llegado a la conclusión que en verdad somos candidatos a ser unos seres de estorbo pensantes para todos los que no les agrada vernos en ese estado de inactividad total. Pero a pesar de no poderse mover de su sitio, su cerebro sigue funcionando dándole cuerda al incesante pensamiento.


Ahora llega a mi pensamiento aquella imágen de una enferma en coma profunda que durante 16 años estuvo en un hospital y el marido en vista de larga espera decidió casarse nuevamente, pero antes quiso hacérselo saber a su esposa que estaba en las condiciones ya relatada. Y cuál sería su sorpresa que ésta recobró el estado de conciencia y se reintegró a la vida.








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