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Urge un cambio de dirigencia política en el país

Grecia, cuna de la democracia, donde a través de la socialización hubo una transformación de un proceso hegemónico, nacido de los lóbulos frontales más eruditos del saber; quienes reconocieron en aquella cultura filosófica y le dieron por nombre soberanía popular. Donde legítimamente el pueblo es la autoridad y poseedor del mandato constitucional como constituyente primario.


De la premisa anterior, resalto el valor histórico, social, cultural y político que nos dejaron los filósofos de esa época, tanto es así, que a la fecha se enseña en los cinco continentes las ideas de Aristocles (Platón).


Con fundamento en lo inicialmente esbozado, quiero significar que, para escoger la carrera política como proyecto de vida es deber obligarse a cumplir en principio con ciertos requisitos legales, ello, aunado a lo que me exija la ciudadanía para ser digno representante y honorable de la misma. Lo cual permite ser respetuoso de cada miembro de la sociedad, eso representa el compromiso con el soberano.


La crisis de la dirigencia política actual del país, está dentro del máximo nivel vergonzoso de aprobación ciudadana, indica ello, que la jerarquía de los gamonales anclados en el poder se les ha corroído funcional y administrativamente los tentáculos del sistema neoliberal.

Han socavado con vehemencia todos los sistemas económicos del establecimiento; además, en mitad de su capitalismo salvaje, han perpetrado los mayores desastres ambientales dando concesiones y licencias a grandes compañías extranjeras para la explotación de paramos y fuentes de vida del país.


Súmele el costo de la guerra, corrupción, desempleo, desplazamiento, desapariciones, reformas, conflicto interno, pobreza, concentración de poder, tenencia de la tierra, informalidad, explotación de fauna y flora, minería ilegal, deuda externa. Estamos hablando sobre la mayor crisis que ha tenido Colombia en sus últimas décadas, generada por movimientos que se hacen llamar partidos políticos que aducen ser la panacea del holocausto colombiano.


Razones suficientes tenemos para ahondar en la reflexión, las pruebas fehacientes de una nación debilitada no son más que los episodios de los últimos tiempos, ya nada es oculto; y el único argumento que nos queda para transformar a Colombia es la alta dignidad que tenemos como ciudadanos de darle el valor a las elecciones populares, porque de ellas emanan lo más sagrado después de la vida, la libertad. El voto representa la libertad o la condena misma del ser humano.


Espero que, en las próximas contiendas electorales, previo a ello, analicemos por un momento en la situación que nos encontramos; valoremos el pensamiento griego, ellos han sentado un precedente sobre la humanidad, con su inteligencia nos decantaron el camino a seguir en materia del conocimiento. Entonces hagamos buen uso del poder que tenemos para revestir de poder a quienes nos representaran dentro del parlamento.


En suma, todo esto se hace necesario para vivir una nueva vida en Colombia, de tener nuevos patrones y políticas públicas que nos permitan existir de otra manera, el fin del caudillo está más cerca que nunca.

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